En una burbuja

Burbuja: Volumen de gas encerrado por una película fina que lo separa del ambiente circundante.
Aquí vivo yo, en una burbuja, así tal cual la describe el diccionario, encerrada por una capa de ignorancia, de ruidos, de tecnología que me apartan de la realidad. Vivo a veinte pisos del pavimento, donde todo es un bosque de cemento, sinceramente nada tiene que ver conmigo, nada me interesa, tengo mi vida y mi situación resuelta, abajo que se entiendan como puedan. Sumida en un vacío eterno, el miedo se apodera de mis pensamientos y solo quiero romper tanta tranquilidad que me obliga a enfrentarme conmigo misma. Me cuesta aceptarlo, pero la ciudad se ve atrapada en esta misma situación, llenamos nuestras vidas de estruendos, de publicidad, de tanta cosa que pueda embutir ese vacío que esta tan adentro y no queremos descubrir.
Pero solo me bastó salir al centro para toparme con la realidad y darme cuenta que verdaderamente vivo en una burbuja. Las personas que realmente se parten para conseguir un pedazo de pan para el final del día, pero aun así solo están llenas de amor y humildad, estas personas son verdaderos seres humanos. Cuando yo solo me quejo y ando desperdiciando todo lo que tengo.
Me topé con Miguel Ángel Rodríguez, una persona maravillosa, atravesaba el parque arrastrando una carreta cargada de bultos de choclo y repartiendo los buenos días a todo el que se cruzara con él. Este hombre sigue en pie después de una infección en la sangre que tuvo y casi le cuesta la vida, sobrevive revendiendo el choclo que consigue en la plaza de mercado, que día de por medio sube 5 ó 6 bultos hasta la minorista y así logra llegar a su casa con la comida para su familia.
A pesar de los obstáculos que le ha puesto la vida, Miguel Ángel ahora se encarga aprovechar cada día al máximo y contagiar a los demás de este entusiasmo, pues solo así logra aceptar y conllevar lo que le ha tocado vivir.
Mi burbuja ya se ha desvanecido, y ya entiendo lo injusta que soy con la vida al no darme cuenta de que no me hace falta nada y aun así siempre le encuentro problema a todo, siempre necesito más. Porque no quiero enfrentar la soledad del mutismo que me confronta con mi ser interior que desconozco, que no me gusta, prefiero ignorarlo con música, con ruidos, con palabras que ni siquiera les encuentro sentido, evado la realidad que no quiero afrontar, me adueña de dioses novedosos que me ofrecen la felicidad y no me doy cuenta de que son un engaño más que brinda la sociedad.
Miguel Ángel tiene 49 años y vive cerca al parque Berrío con su esposa y sus dos hijos. Han logrado vivir en una vivienda humilde con pocas comodidades pero con techo seguro.
Hace 2 años a Miguel Ángel le dio una infección en la sangre que lo dejó sin empleo y casi sin casa, pero ha logrado salir adelante.
Duró con la enfermedad 7 meses, pero afortunadamente reaccionó bien al tratamiento y se pudo recuperar rápidamente.
Miguel Ángel se demora aproximadamente 2 horas subiendo los productos, dependiendo de la cantidad de bultos que transporte.
Miguel Ángel normalmente lleva a la plaza de mercado papa desde Marinilla y la vende allá. También revende el choclo de la plaza en la minorista.
En la minorista se vende bastante el choclo, a mil pesos aproximadamente, si Miguel Ángel tiene suerte logra vender 3 bultos por lo menos.
Miguel Ángel sigue su camino, para llegar puntual a las 9:00 am a la minorista para vender sus productos y recuperar la inversión, repite eso desde hace mucho tiempo y es con lo que se sostiene.






