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Yo no soy una persona distinta a los demás, tengo una familia común y corriente, vivo dentro de una rutina una vida normal, hago lo que una niña de 19   años hace a su edad. La especialidad está en cómo todas estas personas, las situaciones y circunstancias han influido en mi manera de ver la vida.

 

Luego de tener 3 hijos, mi mamá decidió ligarse las trompas, por un miedo inmenso que le infundieron los médicos al haber tenido rompimiento de útero durante dos ocasiones y esto podría causarle la muerte en un futuro, al cual temía y no confiaba en que solo era de Dios. Al cabo de unos 10 años, después de arrepentirse totalmente de este hecho y estar abrumada por el remordimiento de no abrirse a las puertas de la vida durante tanto tiempo, decidió deshacer esta terrible equivocación. Aunque luego de quedar con las trompas sin función alguna y recibir la triste noticia de que no podría concebir más, quedó totalmente hundida en el desasosiego. Pero pasado algún tiempo sintió un poco náuseas, cansancio y peor aún, no presentó sangrado durante varias semanas, todo esto parecían ser síntomas de un nuevo embarazo.

 

Así pudo darle la bienvenida a un miembro más de la familia y posteriormente otros 3. Milagros de la vida, circunstancias tan especiales que solo vienen de Dios, 4 criaturas que trajeron una gran alegría a la casa y de las cuales hago parte yo.

 

Así nací dentro de una familia conformada por 2 padres y 6 hermanos con los cuales no me costó mucho aprender a compartir el baño, el cuarto, la ropa, y lo peor, el televisor, pero también aprendí a convivir unidos siempre para cualquier problema que se presentara.

 

Yo pensaba que lo más horrible que me había pasado en la vida era haberme partido el labio cuando me rodé en el triciclo por unas escaleras, haberme quebrado la mano cuando me caí del pasamanos y otros “gajes del oficio” que llamaban mis papás, luego de que al observar mi lento crecimiento y desarrollo tuve que hacerme una ecografía y me lleve la sorpresa de que no tenía ni el útero ni un ovario.

 

Fue tan triste saber eso cuando yo vivía con la ilusión de formar mi propia familia, cuando desde chiquita aprendí a cambiar a mi muñeca, a darle la comida y hacerla dormir, aprendí cuidar la vida. Como este diagnóstico no era tan seguro viniendo de una ecografía, tuve que hacerme un TAC, horrible examen donde me metieron dentro de un túnel y solo escuchaba fuertes sonidos y la voz de un médico diciendo “no te muevas”, cosa imposible para mí, además de estar inducida por un medicamento que solo me hacía sentir mareada y en un infierno exageradamente caliente. El resultado de este examen no fue como me lo esperaba, resulta que el útero y el ovario estaban allí, pero eran tan pequeños que no se podían ver con tanta facilidad.

 

Después de que varios médicos analizaran estas imágenes llegaron a la conclusión que tenía un retraso en el crecimiento y en el desarrollo por una anomalía en el cromosoma 10. Fue muy emocionante para mí saber que sí podría tener hijos, claro, luego de seguir un tratamiento, el cual consistía en aplicarme unas terribles inyecciones a las que con el tiempo me acostumbré y tomar unas hormonas, que al cabo de dos años me hicieron ubicar en mi edad ósea correcta y luego de 2 años más pude sentirme por fin una mujer.

 

Aunque no lo creía hasta hace poco, el rechazo y la frustración que sentía cuando estaba en primaria y principios de bachillerato por no ser como mis compañeras, por ser la primera en la fila por bajita y por ser la que parecía de 8 cuando tenía 12, fue lo que de verdad me hizo madurar y darme cuenta que hay cosas muchísimo más importantes que el físico o la condición de una persona.

 

Como Dios no se queda con nada, y saca algo bueno de lo que todo para nosotros es malo, abrió un panorama inmenso y nuevo para mí, fue el mundo de la música. Mi hermano asistía a una academia, donde había sido invitado luego de que lo escucharon cantar en una presentación. Un día acompañé a mi papá a recogerlo y nos encontramos con una de las profesoras, que supo que en mi casa todos cantamos y seguidamente me invitó a asistir al coro, donde estaban montando un musical de navidad y posteriormente un concierto para la Unicef. Luego empecé a recibir clases de ballet, y de baile en este hermoso lugar, donde pude explotar mis talentos, y mi gran gusto por la música, incluso logré llenar ese vacío tan grande que sentía por mi complejo de ser bajita.

 

Actualmente sigo allí y hago parte de grandes proyectos musicales y experiencias inolvidables. Musicreando es mi segundo hogar y mi segunda familia a la cual admiro y quiero mucho. Sentí mucho más apego y amor por la música luego de que al final de un concierto un desconocido se me acercó y me dijo lo siguiente “hace muchos años conocí a una niña igual de talentosa a ti, que se robaba los aplausos y tenía mucho carisma, actualmente ella es Shakira”, luego de este encuentro, me encaminé mucho más en la música, esto me marcó la vida.

 

Conforme va pasando el tiempo, mi familia se ha ido creciendo cada vez más, estoy rodeada de los niños más hermosos que tengo en la vida, mis sobrinos. Por fin puedo ver lo maravillosa que es la vida y puedo visualizar una propia para mí.

 

Al fin y al cabo, luego de superar las dificultades y de disfrutar tantas cosas bonitas, soy consciente de que aún me queda mucho por vivir y quiero aprovechar cada momento al máximo. Por eso tengo un ideal de vida: las cosas pasan por algo, Dios pone lo que llamamos “fracasos” como obstáculos, para poder aprender y seguir adelante. Nuestra historia ya la tiene pensada desde que nacimos y si esto nos pasa es porque algo muchísimo mejor vendrá.

 

“Al final todo saldrá bien y si no es así es porque aún no es el final”.           Proverbio hindú.

 

 

 

 

 

 

 

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